Quiero creer en tu perfume, pero no puedo. Porque ráfagas de miseria azotan la tempestad de tus recuerdos, y hueles a sol en el ocaso de tus deseos, y hueles a mar en un lago con peces de río, y rio por ti porque hueles al abismo que te separa de un buen olor.
Quiero creer en tu mirada, pero no puedo. Porque tus ojos vacíos reflejan la desdicha de un ángel sin alas, y miras con ojos que no ven en la mañana, y sientes que miras, pero mira que no me ves en el espejo de las caricias olvidadas.
Quiero creer en tu sabor, pero no puedo. Porque me sabes a vidrio, a viento, a luna y espuma de noche. Porque eres tan dulce como el clavo más amargo del baúl de mi sueños, y sabes a brisa sin viento, y sabes a coral sin color vivo, y sabes a luz con claridad dormida.
Quiero creer en ti, pero no puedo. Porque los corazones que mucho sangran dejan de ser rojos, porque la sal no es dulce por más azúcar que le pongas, porque los cuervos en la nieve siguen siendo negros, y porque la razón para seguir creyendo es la misma que me lleva al olvido.