Boquiabierto desperté, luego de una aletargada pausa en los bostezos. Todo se había ido y en el silencio de mis pasos quedé tendido con el rostro cubierto de emociones, lleno de insanas manifestaciones de olvido, aprendiendo a componer una rosa con mil canciones, soñando con el sueño de las tentaciones y los recuerdos olvidados.
El jardín estaba intacto, como lo dejé al quedarme dormido. Ni una planta aprendiendo a salir de sus capullos, ni una gota de rocío mas cayendo desde las profundidades del abismo celeste, ni una sonrisa menos en el geranio dejado ahi por la manos de mi abuela. Todo intacto como lo dejé antes de irme a buscar nuevas experiencias en los sueños que no son soñados y en las vivencias que no son dormidas.
Un árbol a la distancia marcaba el inicio de la vida, y sus hojas pensativas no cayeron del todo en este tiempo a mi regreso. Era otoño en el jardín que había dejado en primavera, pero todo estaba intacto, como lo dejé al partir.
Boquiabierto desperté, aún sintiendo que no era tiempo. Que los aires del susurro no eran míos en la lejanía de mis pensamientos, que los libros de la historia seguían abiertos en extraña letanía. Que los poemas idílicos escritos con el color de las pasiones, seguía en lectura de sus contemplaciones. Desperté, y todo estaba intacto, mas no era por el jardín del eterno resplandor, sino por mi sueño en extraño movimiento.
No era el momento de caminar descalzo con los pasos de los justos esplendores. No era este el sendero de regreso a la claridad de las penumbras. No era mi jardín intacto y lleno de bostezos. Era el volar de un gorrión yendo hacia atrás y sabiendo que no era mi momento.
Entonces desperté al caos, a los ruidos del pensamiento, a la malsana acción al ego, a la impotencia de la carne y los desvelos del momento. Desperté sin bostezos, sin jardín y sin pasos. Desperté con la extraña sensación de no haber dormido. Desperté entre luces de colores y sirenas de emergencia. Desperté en medio de una fuerte ola de dolor en el pecho con paletas cargadas de energía. No era mi tiempo, ni mi jardín ni mis recuerdos. Solo fue un accidente en el metro y yo quedé dormido, pero solo un momento.